Cierto día el joven Hércules caminaba pensativo, sin saber qué rumbo daría a su vida.
Durante su caminada, Hércules aprovechaba para reflexionar sobre su vida y su existencia, llena de trabajos y deberes.
Tenía la impresión que cargaba el mundo sobre su espalda. Parecía no comprender su misión; se encontraba muy triste y confuso. En cuanto pensaba en todo eso, nuestro joven protagonista, se deparó con un camino bifurcado, de modo que no supo qué camino seguir.
Ambos caminos eran muy diferentes uno del otro. Del lado derecho, el camino era accidentado, lleno de piedras, espinos y piedras, pero que al final conducían directamente a las montañas azules. Del lado izquierdo, el paisaje era inigualable, pájaros cantando, árboles frondosas llenas de frutos jugosos, sin piedras, troncos o espinos que puedan dificultar la jornada, pero a lo lejos una neblina densa impedía que él joven Hércules pudiera visualizar lo que vendría después, parecía que esa camino no llevaba a ningún lugar.
De repente, dos hermosas mujeres surgieron delante del joven Hércules, una a cada lado del camino. La mujer del lado izquierdo del camino, extremamente hábil con las palabras, prometía a Hércules una vida repleta de fortunas, bienaventuranzas y placeres variados. Ella lo invita a seguir el camino más fácil, ofreciéndole una vida sin problemas, obstáculos o cualquier tipo de tristezas. En su camino solo habría fiestas, vino y mucha alegría. Realmente un camino tentador para cualquier mortal.
La mujer del lado derecho, tan bella cuanto la primera, deja claro desde al principio a Hércules, que su camino era estrecho y lleno de obstáculos. Ella no le prometió fortunas, ni ningún tipo de beneficio, salvo los que él conquistase con su propio esfuerzo y trabajo. A pesar de esa descripción desmotivadora, había una ventaja de peso sobre él otro camino, pues quien se atrevía a seguirlo alcanzaría la fama y prestigios tan anhelados. Al preguntar Hércules por su nombre, ella respondió: Mi nombre es TRABAJO.
De la misma forma Hércules cuestionó a la dama del camino izquierdo y esta respondió: Mis amigos me llaman de BIENAVENTURADA pero mis enemigos, para despreciarme, me llaman de FLOJERA.
Hércules escogió a TRABAJO como su guía porque comprendió que la verdadera riqueza es la que proviene de un trabajo honesto, esforzado y de dedicación constante. Pues como dijo Tomas Edisón: ¡El genio es uno por ciento de inspiración y noventa y nueve por ciento transpiración!
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